domingo, 28 de julio de 2013

Festival de Ciclismo de Cork



La pasada semana se llevó a cabo el festival anual de ciclismo de Cork. Yo como no tengo bici y además trabajo, pues me he quedado sin poder unirme a las rutas que hacían a partir de las diez de la mañana. Sin embargo, sí me interesé en ir a ver una supuesta exposición de tema "bicicletero" que me sorprendió por varias razones.

La primera porque dicha exposición se celebraba en la Iglesia Unitaria, de la que no había oido hablar en la vida, en una calle por la que transito casi a diario. despertada mi curiosidad, una mañana a las 6am de camino al trabajo decidí pasar por esa calle en lugar de otra para comprobar si era allí. Y lo era. Una iglesia casi escondida en una calle junto a la entrada trasera del English Market...


El edificio fue construido entre 1710-1717 y el área en aquellos tiempos era un valle pantanoso donde el río Lee se separa para formar la isla de marisma que hoy en día es el corazón del centro de Cork, no en vano la palabra "Cork" procede del gaélico "Corcaigh" que significa "pantano" (y no corcho, como muchos dicen!!!!). Naturalmente construir en una zona pantanosa no es sencillo, por lo que se trajeron barcos cargados de piedras para construir los cimientos y esto llevó unos cinco años (desde 1710 a 1715) y posteriormente la construcción del edificio en sí llevó otros dos añitos.

Historia aparte, aunque la iglesia parece que aún sirve a su congregación como tal (no llegué a entrar en ella), sí que ceden su hall (una habitación a la entrada luminosa y espaciosa) para exhibiciones varias.
En este caso, había una exposición de fotos de gente en bicis en varias ciudades europeas y lo que prometía ser, según el folleto, "una ecléctica selección de arte basado en bibicletas, incluyendo una bicicleta Praxinoscópica, una bici cucaracha..."

Y esto fue lo que encontré (las fotos bonitas, sí, pero pequeñas y no merecía la pena hacer foto de una foto. Disculpen la calidad de las imágenes, fueron tomadas con el iphone de mala manera... 



Sí, el cuerpo de la "bici" es... un "cuerpo"



 Chimpún

viernes, 26 de julio de 2013

Yo también me muero...

Me muero despacito... Aunque no lo sepas.

Me muero deprisa, a veces... Aunque no te des cuenta.

Aunque no me dé cuenta yo, me muero infinitas veces...

Me muero cuando miras.

Me muero cuando no miras.

Me muero cada segundo que me ves con inocentes ojos.

A veces, me muero porque sí. Otras, porque no me da la gana de vivir.

Me muero, sin más, cuando crees que no estoy.

Y si quiero vivir... sólo tengo que abrir los ojos... y existir.

Porque sí.





miércoles, 24 de julio de 2013

Celestina Gay


Hay sábados que comienzan de la manera más inocente, con una calle principal llena de gente en tirantes, bajo un sol de justicia, en medio de un campeonato de actuaciones de grupos callejeros que le dan cuarenta mil vueltas a muchos artistas de teatrillo y farámbulas.

Sí, admitió que podía verse con todo detalle aquello que todos tenéis en mente...


Una comida agradeble, encuentro con nuevas amigas, historias que intercambiar, unas cervezas fresquitas y, unas cuantas birras después, tras la despedida y bajo ese sol aún justiciero de un sábado veraniego, llega la hora de ir a casa.

Como ya he contado a veces, de camino a nuestra casa hay unos cuantos pubs. En un par de ellos no hemos entrado aún. Uno, porque no nos suele gustar las pintas de los parroquianos que salen a fumarse un cigarrito y no queremos ni pensar lo que encontraremos dentro. Y dos de ellos, que practicamente están puerta con puerta, porque ambos abren bastante tarde (siempre están cerrados de día) y uno de ellos no estábamos seguros de que fuera un restaurante. Y es que los dos ventanales de la fachada están cubiertos de una densa trepadera (más falsa que un billete de monopoly) y no se veía nada. Cuando regreso a casa por la noche después del trabajo, durante semana, suelen tener una invitadora música jazz o swing, pero seguíamos sin tener claro si se trataba de un restaurante.

Ese sábado, de camino a casa, el guiri comentó: "otro día tenemos que intentar entrar, a ver cómo y qué es". Y a mí no me faltó un minuto decidir que "otro día" era ese día. Y allí que entramos.




























El interior es bastante acogedor, y al fondo tiene un patio con mesas para quien no desee salir a la calle a fumar y quiera disfrutar de un pitillo mientras se toma una copas. Nosotros somos más de barra, así que nos acoplamos en ella. 

Y todo empezó con un abanico gaditano...



A pesar de que al guiri le da coraje que saque mi abanico en público, ande yo fresquita y ríase la gente, porlamódedior...

Y así entablamso conversación con la camarera, el camarero y un chico que bebía a nuestro lado, que no solo probó el abanico y demostró tener un talento innato para el abaniqueo sino que resultó ser de Limerick, más gay que un Teletubby y que teníamos amigos comunes.

Y así, nosotros que solo íbamos a por una, acabamos tomándonos dos, o tres... ¿quién se acuerda...? Y entre cerveza y cerveza, tirando de ese hilo que apenas necesita palabras, se me antojó que el chico de Limerick bebía los vientos por el camarero y que éste tampoco era inmune a las flechas de cupido. 
El guiri, que en estas cosas del "gayteo" es más inocente que una codorniz coja, se negaba a aceptar la factibilidad del "proyecto", porque aseguraba (y me preguntaba al oido cada vez que uno o los dos desaparecían del radar auditivo), que cómo podía yo creer que el camarero era gay, con aquella pinta de hombretón, pelo rapadito, sonrisa profidén y vozarrón de macho.

Ruth puede estar borracha, pero ya tiene experiencia en ese campo, y las miradas de soslayo, las conversaciones a doble filo, las sonrisas a través del espejo y recoger vasos fuera mientras la otra parte contratante se fuma un cigarro, no pasan desapercibidas para el ojo entrenado. 

Así que una vez bien asentada la relación "más cervezas, menos pocavergüenza", decidí echarle un cable al pobre muchacho y entre pitos y flauta (y un aplauso al final de la jugada) conseguí que se intercambiaran teléfonos y quedasen a la hora de la salida. Lo que sucediera luego... es algo de lo que ya me enteraré otro día, que el bar nos ha gustado y hemos de volver.

Y como muestra del éxito conseguido, he aquí una foto de la feliz parejita...


miércoles, 17 de julio de 2013

¿Quién eres y qué has hecho con mi guiri...?

Al guiri siempre le ha gustado zampar, a pesar de lo que pueda parecer por su delgadez. Come hasta casi reventar y su problema nunca ha sido, desde luego, medirse el michelín o preocuparse por una tripita cervecera. Come carne a mansalva, fritos, salsas... aunque es bastante delicado con lo que come y las verduras ni las prueba.

Tampoco el dulce.

... O eso pensaba yo. No es que no le guste lo dulce, pero si vamos a comer a un restaurante, prefiere su té a lo irlandés que un postre. No suele comer tartas y como mucho, si hago algún bizcocho o magdalenas, se come una o dos un par de días y el resto casi siempre acaba duro como un ladrillo en la basura.

Cuando voy a España siempre traigo una bolsa de uno o dos kilos de gominolas, caramelos y chuminadas varias. Las pongo en un bowl en la mesita frente al sofá y ahí pueden quedarse durante meses.

Podían.

Una noche a la salida del trabajo paré en una tienda a comprar diet coke y tuve la feliz idea de comprar gominolas variadas al peso. Que eran, en teoría, para mí porque el guiri, visto lo visto, no las come.

Sus ojitos se iluminaron al ver la bolsita cuando llegué a casa y le ofrecí unas gominolas. Al día siguiente no quedaba ni una y repetí la operación esa noche.

Ni qué decir tiene que ahora se ha convertido casi en una "obligación" y que no es raro el día entre semana que recibo a las 10 de la noche algún mensaje del tipo "¿puedes comprar chuches de camino a casa? Ya no quedan".

Se me come los helados. Se me come las galletas. Ha acabado con mis turrones de chocolate, mis chocolatinas secretas y temo que un día me desaparezca el Cola Cao.

¿Quién eres y qué has hecho con mi guiri...????

domingo, 14 de julio de 2013

Perdidos por el mundo

Así están los clientes con los que me toca lidiar de vez en cuando. 

me han cambiado de departamento a Regional, lo cual quiere decir que casi todas mis llamadas provienen de UK, con quizás un 5% de llamadas de España y -durante la semana-, quizá una o dos llamadas SOLO de americanos, lo cual es un alivio porque, como sabréis por otros posts, son de lo peor para lidiar, especialmente cuando no quieren hablar con extranjeros sino con "americanos", y pretenden que tú adivines a qué hotel van porque a ellos "solo les han dado ese número".

Sin embargo, cuando más llamadas americanas se reciben son los sábados por la tarde y ayer me tocó todo un abanico de americanos con historias de lo más rocambolescas. Gracias al cielo, el sábado que viene no me toca currar, he conseguido el turno de mañana hasta mediados de Agosto 9de 7 a 3.30 de la tarde) y los fines de semana libre.

Comencemos con el recuento de lumbreras:

-Me llama una chica (americana) a la línea inglesa del hotel Leicester (en Leicester, Enderby, UK). Me dice que acaba de hacer una reserva y que por favor le dé la dirección del susodicho hotel. Se la doy y me dice... "Er... ¿en Enderby? ¿No está en Leicester Square, en Londres?" Le digo que no, que está en la población de Leicester y me dice que ella pretendía alojarse en Leicester Sq., Londres, que qué puede hacer. La reserva ni siquiera la había hecho con nosotros sino en uno de esos portales de descuento que tienen sus propias normas respecto a pago y cancelación, y como tal, no las podemos mirar en nuestro sistema (sí les llega a recepción en el hotel, claro está, pero sus números-letras no se pueden leer en nuestro sistema en reservas). Me pregunta que a qué distancia está Leicester de Leicester Square y cuando le digo que a más de 100 millas se queda a cuadros y me pregunta cuáles son sus opciones.

                                                  From: Leicester, UK To: London, UK

Sus opciones son muy claras: o llama al portal en el que ha hecho la reserva y trata de convencerles de que le cancelen la reserva y le devuelvan el dinero (poco probable) o se pilla un bus o un tren al centro de Londres (entre dos horas y 90 minutos...)

Segunda lumbreras:

Los trabajadores de Marietta, desde la limpiadora hasta el director, sus amigos y familiares, tienen derecho a descuentos en otros hoteles de la casa (descuentos que en muchos casos suponen que una habitación de 100 dólares se te quede en 35). Pero también son los peores clientes con los que lidiar. 
Ayer me llamó una recepcionista de uno de los hoteles en América. Su madre tenía una reserva, pero la buena mujer había olvidado en qué hotel y no se habían molestado ni en imprimir el email con los detalles ni en apuntar el número de reserva. Así nos va. Y que a ver si con el nombre, podía encontrar en qué hotel se alojaba su madre. 
Le recordé -como empleada de la compañía-, que solo en América tenemos más de 3500 hoteles y que ella sabía muy bien que el sistema que usamos no funciona así. Que no se puede meter un nombre y que por arte de magia aparezca en uno de esos 3500 hoteles. Me dijo que creía que era en Atlanta, en uno de los hoteles en el aeropuerto. Atlanta tiene 3 CY en el aeropuerto. Más otros tantos de otros nombres (hoteles de diversas categorías de la misma casa). No me aparecía en ninguno de los tres.
"Bueno -me dijo- tendré que ir a casa a mirar en el email". Pus sí, xoxete. no te va a quedar otra, porque los milagros, en Lourdes, y dudo mucho que sepas por dónde queda.

Tercera "lumbreras".

Ayer me di el gusto de ser pedante. Pero pedante con sarna. Me llama una mujer y nada más desearle buenas tardes y preguntar en qué puedo ayudarle me grita que ya está harta, que ha llamado tres veces seguidas y que no entiende "nuestros dialectos". Com ome tocó mucho la moral a las 9.30 de la noche oir estas gilipolleces, le dije que "no hablamos DIALECTOS, señora. Hablamos el inglés CORRECTO de Europa (proper English, le dije). me dijo que sí, que vale, pero que antes había hablado con una chica cuyo "dialecto" no entendía y que se le había puesto a deletrear algo. Le digo que si me deja intentarlo, podría ayudarle y le explico -PEDANTEMENTE- ante su insistencia de nuestros "dialectos" que ella lo que quiere decir es "acentos" y que su problema es la semántica. Evidentemente mi "dialecto" le impidió pillar la socarronería del comentario. Me dijo la ciudad y el estado donde quería el hotel, porque ella lo quería al Este de New Orleans. No en el centro ni al oeste, ni al sur ni al norte. Al Este. Le explico que mi sistema no funciona así: que yo tengo los nombres de los hoteles y sus direcciones, y que voy a decirle algunos nombres (hasta aquí había entendido mi dialecto perfectmente", pero cuando le dije el primer nombre (Belleville), ella insistía en enterder Bellview (a pesar de que mi pronunciacion era clara y hay una gran diferencia entre ville (vil) y view (viu). Se lo empecé a deletrear y me gritó: "Lo ves??? ¡Estás deletreándome!" Y con las mismas me colgó.

Busque, compare, y si encuentra algo mejor... ¡no nos llame!

jueves, 11 de julio de 2013

El bar de los señores guarros

Después de casi 17 años en este país, hay cosas que ya no me sorprenden y otras que nunca dejarán de sorprenderme.

Me sorprende, por ejemplo, que en esta era en la que vivimos, una mujer aún no pueda decir que no se encuentra bien porque tiene la regla, porque hablar del periodo es algo "sucio" y tabú por estas tierras, y cuando se lo comentas a alguien te sueltan un "uff, demasiada información", con un tonito que parece que le estuvieras describiendo el contenido de sus heces. Eso, queridas, sí me parece demasiada información. 

Sin embargo, para ellos es de lo más natural eructar ruidosamente en público o tirarse pedos de todos los olores y sonidos (better out than in, te dan como excusa, "mejor fuera que dentro"). Eso, amores, ¿no es demasiada información?

El caso es que el sábado pasado yo tenía un dolor de cabeza de órdago en el trabajo y no acababa hasta las diez de la noche. Gracias a una compañera que me facilitó un espidifen, el dolor remitió y para cuando llegué a casa sobre las once de la noche, ya había casi desaparecido. Sin embargo, la cara de mi guiri casi me provoca otro dolor de cabeza. Se había pasado el día solo en casa sin poder salir (hicimos la compra por la mañana a eso de las 11.30 y estaba esperando a que nos la trajeran a casa, y el de la furgoneta no apareció hasta las 8). Así que allí estaba, con cara de niño castigado por no haber podido salir en todo el día, aburrido de la tele, de la playstation que ya apenas toca y aburrido de la noche de un sábado sin planes. 
Le dije que alegrara esa cara y que íbamos a tomarnos unas cervezas en algún pub cercano, que nuestra calle tiene muchos. Al guiri no cuesta mucho convencerle así que cinco minutos después estábamos calle arriba (no nos apetecía ir al bar de enfrente ni a los que hay calle abajo).

Arriba del todo de nuestra calle hay dos pubs, Cissy Young y Annie Mac's, al que nunca habíamos entrado. Cissy lo conocíamos y había un concierto de música folk que nos pareció iba a tener el local "empetao", por lo que nos decidimos por Annie Mac's.



Craso error.

Cruzar la puerta es adentrarse en la Twilight Zone. Asientos y decoración que no han sido cambiados desde los 70 (limpios, eso sí), moqueta en el suelo de la misma época en colores rojizos y ocres...
Las miradas de los parroquianos se fijan en estos dos desconocidos que han osado adentrarse en su terreno y durante largos segundos nace un silencio sepulcral. Hay unas quince personas en el bar, ninguna menor de los sesenta años (excepto nosotros), y nos pertrechamos en la barra donde pedimos una pinta de Guinness y otra de Heineken. Las conversaciones de los presentes se reanudan, ignorándonos al fin. Mientras esperamos nuestras bebidas, suena un escandaloso eructo desde la otra punta de la barra. El guiri y yo nos miramos con las cejas levantadas.

Cuando llegan las cervezas, nos sentamos en una mesa. A unos cinco metros hay un par de señores mayores, hablando de sus cosas. Diez minutos después de sentarnos, a nuestros delicados olfatos llega un olor pútrido... miro al guiri con ojos acusatorios. "¡No he sido yo!" insiste, ofendido.

A partir de ahí, los dos vejetes de la mesa a cinco metros nos regalan un concierto a dos voces de eruuctos y eructitos a pequeña y mayor escala.

Nos acabamos la cerveza como aquellos que compiten en un campeonato y nos cambiamos al bar de enfrente. Nunca mais.


Quiero pensar que aquello fue una conspiración para echar a "los intrusos" de una zona que jamás debimos cruzar.

Y que nunca, nunca jamás, volveré a cruzar. O lo haré cuando tenga la regla y se lo haré saber a todos...

martes, 9 de julio de 2013

INSACIATOR

El patio de mi casa es particular... y lleno de bichos. Razón por lo que evito salir cuanto puedo, puedo porque luego me las paso rascándome como si tuviera urticaria crónica durante días.

Pero con el buen tiempo que está haciendo y la barbacoas con las que nos homenajeamos cada fin de semana, he descubierto "todo un mundo", la fauna oculta de mi patio... 

En primer lugar tenemos a Insaciator, la araña que vive en este profundo agujero de la pared. La semana pasada encontramos en el suelo a una abeja con una sola ala, aún viva, víctima, sin duda, de su insaciable apetito. Un par de días después encontramos a una polilla o mariposa noctura en las mismas circunstancias. Esta araña debe tener predilección por las alas de insectos, absolutas delicatessens en el mundo arácnido.


En la ventana de mi estudio, que da al patio, ha formado una inmensa (y durísima) tela de araña Marujita, una cosa negra del tamaño de una moneda de cinco duros que no he podido fotografiar hoy porque es una coqueta y tenía un mal día. Aún no había decidido qué perfil mostrarme y se ha metido en su agujero en la pared bajo el poyete.

Tenemos una legión de gatos que toman el sol sobre el techado del baño. No cuando hace veintinueve o treinta grados como hoy. Pero sí cuando está nublado y el tiempo es agradable o sale un solecito suave. Pasan de todo el mundo durante el día, y por la noche te miran con la cara torcida desde su atalaya al borde del techo, mientras el guiri se fuma un cigarro al fresquito... Son unos tres o cuatro, desde uno negro como la pez hasta otro atigrado en tonos ocres y negros pasando por uno gris como el cielo en invierno

Hay un montón de bichejos con muchas patas cuyos nombres desconozco y ahora, con el calor, caracoles del tamaño de una pelota de golf.

Y yo, por si acaso, me quedo dentro.